Mi sueño de ser EPM

Escrito por EditorSINPRO
Categoría: Noticias
Creado: Martes, 05, Agosto 2025 15:32
Visitas: 284

Monicaagos25

 

Por Mónica María Ruiz Arbeláez, Gerente de EPM 2021

Cuando SINPRO me invitó a escribir una anécdota de mi vida en EPM no lograba decidirme por un tema. Fueron tantos años de risas, de esfuerzos, de amigos, de alegrías y de lágrimas, que era complicado elegir el momento más significativo para plasmarla en un par de hojas y que fuera digna de una edición especial en el marco de la celebración de los 70 años. Después de mucho reflexionar decidí no solo escribir una anécdota, decidí escribir y compartir con todos el hecho más doloroso que viví en EPM y tal vez con el que más he aprendido. Sin embargo, no sería justo solo contar ese hecho sin un poco de contexto, así que me tomaré el espacio que me regalaron para este escrito y contaré el contexto completo.

En 1994 EPM abre la primera gran convocatoria. Fue masiva, para muchos cargos, pues la ley o norma era reciente y no solo debía cubrir plazas nuevas sino “legalizar” varias contrataciones de profesionales que ya estaban ejerciendo al interior de la organización.

Recuerdo haber llegado al edificio Colcafé, en el parque Berrío, las colas eran inmensas y me encontraba con mis compañeros que ya estaban en EPM y con otros que, como yo, querían la oportunidad de trabajar en la mejor empresa de Colombia. Las filas no me asustaron, ni ver a mis mejores compañeros en el salón de la Universidad de Medellín presentando conmigo el examen, que era el primer filtro.  Como si se tratara de un examen de admisión a la mejor universidad del mundo, los resultados aparecieron fríos, en orden de mejor a menor. Solo aparecía la cédula para guardar la confidencialidad y la mía aparecía de primera, compitiendo con la de Pamela, que además es mi gran amiga de universidad, mi compañera de trabajos académicos y de estudio.

Todo parecía un sueño, el 28 de abril firmé mi contrato y el 2 de mayo inicié en la Unidad de Transmisión Telecomunicaciones. Conocí mis grandes amigos, unos ya están en el cielo, entre ellos mi gran jefe, Juan Guillermo Zuluaga, que me recogía y llevaba porque además éramos vecinos. Y no puedo dejar de mencionar a Darío Posada, un ingeniero recto, juicioso, que diseñó la red de fibra óptica con visión futurista, y Daniel, que solucionaba todo, una mezcla de humanismo y rectitud. Hoy seguimos reuniéndonos con Alejandro Henao tratando de arreglar el mundo mientras disfrutamos de las familias. Ellos me enseñaron que trabajar duro da sus frutos.

Esos primeros años sentaron la base para ser como fui en EPM: trabajadora incansable, para hacer bien las cosas desde el inicio, a equivocarme y meter la pata, pero nunca la mano, porque eso no se perdona.

Fueron esos pilares los que me impulsaron a liderar un proyecto que muchos evitaron, simplemente porque venía impulsado por un político que nos hizo sentir que los ingenieros solo sabíamos de fórmulas. Aun así, acepté el reto y logramos llevar internet a cada rincón de Antioquia, y diría que incluso a muchas otras zonas del país. Fue profundamente gratificante ver cómo niños y amas de casa, que nunca imaginaron tener un computador, pudieron acceder a un mundo nuevo: el conocimiento, la conexión, la posibilidad de aprender y crecer a través de la red.

En ese proyecto vimos cómo amas de casa confundían el Windows con las ventanas de su casa, cómo el mouse era un aparato mágico que se desplazaba por una pantalla y como lograr acceso a un mundo más allá que la violencia era posible. Pero esa época fue muy dura, EPM empezó a sentir la presión política, las tarifas se volvieron un caballito de batalla y pagamos muy caro haber cedido en algunos puntos que posteriormente nos trajeron una multa. De esa época lo mejor fue el nacimiento de SINPRO, un sindicato raro, que además de proteger los trabajadores, protege la empresa porque es la fuente del trabajo y del bienestar del trabajador, sin empresa no hay trabajadores.

De esa primera experiencia aprendimos lo suficiente para lograr cambios más allá de lo posible, y a pesar de vivir la escisión de telecomunicaciones, logramos que EPM viera el cliente como el centro de su negocio. Nació Prepago, una solución revolucionaria, en donde los usuarios de bajos ingresos tuvieron una alternativa distinta al robo de energía o a la oscuridad. Yo tuve el privilegio de encender esa idea que nacía del corazón. Un equipo maravilloso de Tecnología, un grupo de educación al cliente y muchas ganas logró que un proyecto que inicialmente buscaba 32.000 usuarios se convirtiera en la realidad de más de 300.000. Y se prendió el televisor que hacía meses no se usaba, y la luz volvió en la noche y la seguridad volvió al barrio y EPM lo logró como un milagro.

Después llegó Antioquía Iluminada y las veredas que habían esperado 30 años vieron la luz, y los postes llegaron a mula y los bombillos ahorradores en bolsitas verdes de EPM. Y más tarde los proyectos de Urabá y el MIT de Urabá que buscaba la coordinación de todos los negocios. Y juntos enfrentamos el terrible 12 de mayo de 2018 cuando Ituango parecía irse de nuestras manos. Y Juntos lo rescatamos y lo sacamos adelante.

Y luego vino una época dolorosa, donde tuvimos que olvidarnos de nosotros mismos para ayudar a quienes no tenían mucha voz. Había que proteger el futuro de EPM, luchar por quienes querían sacar de EPM y se requerían para el futuro, proteger a los que podían sacar adelante los proyectos. Evitar despidos, evitar pérdidas como las del BID. Y se dio cada pelea y cada lucha, siempre pensando que fuera lo mejor para EPM. Esas noches oscuras y dolorosas incluían frases duras de los que menos esperabas o de los que esperabas mucho porque pensabas que iban a luchar contigo. Frases como: “haz tú lo que puedas porque yo tengo mucho que perder” o “no pelees tanto que esto no es tuyo”. Pero no me habían enseñado a no pelear, me enseñaron a trabajar duro, a hacer lo que hay que hacer sin medir las consecuencias.

Finalmente llegó el día. Me llamó el gerente Jorge Carrillo a su oficina, cerró la puerta y me dijo que no quería que siguiera en EPM, me dijo que si no hacía mucho escándalo en unos días me podían ofrecer algún puesto por fuera de EPM, que, si aceptaba firmar la renuncia, me ayudarían. Luego entró la vicepresidenta de Gestión Humana, Juliana Zapata. Me indicó que llevaba todo para que yo firmara la renuncia, a lo que respondí que me diera unos minutos para llamar a mi esposo. Ella me dijo que si hacía la llamada o salía de la oficina no habría trato y que simplemente sería destituida. Yo le dije que ella debía hacer lo que tenía que hacer. Le recordé que una vicepresidente de Gestión Humana debía apoyar en ese momento al ser humano que tenía al frente. Todos los que estaban afuera me decían que debía renunciar, que pensara en mis hijos, en sus carreras a medio hacer y en la falta económica que iba a tener. Yo me iba con las manos vacías. Sentía que el mundo se derrumbaba.

Finalmente renuncié. Me sentí sola, no hubo una comitiva para despedirme y una fiesta de despedida. Al tiempo, me di cuenta que no me había ido con las manos vacías, me había llevado todo, la forma de trabajo que había aprendido, la rectitud de intención, mis amigos, los que aún viven y los que están en el cielo, la alegría de la mamá que compró el computador, la sonrisa del señor con prepago que ya podía prender el televisor y la nevera, las moras congeladas por la energía de  Antioquia Iluminada, lo que había hecho con las filiales, lo que ayudé en Ituango, el plazo que logré con el BID, el trabajo con SINPRO.

Me llevé mis principios, los puestos que salvé y no permití que despidieran y los contratos que evité. Me llevé a EPM en mi corazón y con ella, me llevé la pujanza del pueblo antioqueño que está en la sangre que corre por mis venas y que es la de mis antepasados. Por todo eso, hoy me siento profundamente agradecida y orgullosa de haber hecho parte durante 29 años de esta gran familia que es EPM.

 

Notas Relacionadas: